No podía dejar pasar y mostrar mis agradecimientos por algo especial, y, además, por las siguientes razones que a mi cerebro manda el corazón:
Lo primero que aprecio y valoro es la muestra como tal,  en su conjunto, es decir, la atinada, sensible e inteligente manera de ordenarlos para que toda la exhibición fuera un conjunto que fluye, en sus semejanzas y diferencias, y que trajera a mi mente el "somos iguales porque somos diferentes" zapatista, desde la dimensión telúrica en el desierto de Atacama (que a partir de Nostalgia de la luz (pero no solo), es más que solo un desierto), hasta, al final, donde las nuevas generaciones, representadas en los testimonios de las tres o cuatro voces reencontrándose con Chile despertando, otra vez.

Y aún más, las primeras imágenes relampagueantes llegaron a mi cual mensaje del fondo de la tierra, en un deja vu de los primeros tiempos para sacudirnos de nuestra arrogancia de creer ser los amos y señores de lo que habitamos. En medio de sucesivas imágenes, apenas si la huella de lo humano que solo se vislumbra en el plantío que los vientos innumerables sacuden. Nada más. Es la tierra, no la Tierra. Lo humano viene después, como historia presente en Chile, pleonasmo de lucha. Desde ahí, los cortometrajes, unos más que otros, se suceden en el fragor de un pueblo que no cesa, porque no cesa tampoco su negación: la represión. Los contrastes entre la gente de la calle, portadora de la digna rabia y los uniformados presentes para matar, reprimir, revelan el calvario chileno. Desde la masacre de Iquique, pasando por Pinochet, hasta nuestros días.

No cesa la brutalidad, pero tampoco la dignidad rebelde. Esto, mostrado de manera honda, entre pancartas y voces de mujeres: "No es la manera". Luego, en la misma factura de contrastes, el ahora tejido de los antes y después, en ángulos con formato de grabación en celular de cuando aún no existían, pero por  la genialidad del o la joven que graba o edita las imágenes, las temporalidades se entrecruzan en las mismas calles, aglomeraciones y represiones,  recordando a todos los presentes agolpados en el pasado: "No es la manera" señores, así no se trata a la vida.

Como al inicio, imágenes instantáneas y relampagueantes  bombardean la Moneda. Mi corazón llora. Y no son efectos especiales tipo Hollywood, donde fabrican hasta las emociones. No. Acá es la estética de la ética que golpea a la conciencia. O la ética de la estética porque quienes manejan la cámara o el celular, a fuerzas de indignación crean estas pequeñas obras monumentales que despiertan la memoria. Y desde lo cotidiano, donde la dignidad va haciéndose costumbre, en medio de los disque saqueos, puro paco malandrín para torcer la realidad que son capturados,  por la cámara.

Como si cada cortometraje fuera un capítulo de algo mayor, siguen en  caleidoscopio  las   imágenes. Al recordarlos uno pierde el sentido de cada uno por separado. Habría que volverlos a ver, uno por uno, dándose las pausas y los silencios para digerirlos y merecernos en la dimensión de cada obra.

Ahora la muestra la sigo recordando, insisto, en su conjunto integral, al igual como cuando uno se enfrenta a la poesía, porque de eso tratan finalmente todos los cortos. No por nada l@s chilen@s parieron a un Neruda, un Rocka, una Violeta, y miles de etcéteras. ¡Tan natural que les sale la poesía, sin importar que sea desde un celular o una cámara profesional, si las hay, y, por lo visto, ni falta que hacen! ¡Si los cabros chicos revolvieron Chile! ¿Cómo no van a hacer estas maravillas? Así las cosas, tendrían que incautar los celulares por su potencial creativo y subversivo ¡Qué vivan los estudiantes jardín de nuestra alegría!
Esta muestra es y solo es porque Chile despertó. Forma parte de ello.

Desde mi edad, nuestra edad, ¿Margaret? (Margaret Cerullo), miro este río caudaloso de cortometrajes. Estoy en la orilla pero quiero mojarme en sus aguas, entonces Violeta, la ansiedad de Violeta en todo lo que las imágenes rodean: ¿Qué dirá el santo padre?. La magia del corto es que, con Violeta mediante, suelta imágenes en blanco y negro por lo que de algún modo nos consta y nos sigue constando: lo absurdo e irracional del poder.

Pero siempre los cortos no se quedan solo en eso, o lo hacen de un modo en que lo político, de manera fresca y profunda, nos recupera. Allá arriba todos nuestros males los relativizan, cierto es.

A propósito me salta a la memoria la palabra zapatista frente a aquellos mismos que de igual modo  nuestra existencia la relativizan: "¿Los muertos, nuestros muertos, tan mortalmente muertos de muerte «natural», es decir, de sarampión, tosferina, dengue, cólera, tifoidea, mononucleosis, tétanos, pulmonía, paludismo y otras lindezas gastrointestinales y pulmonares? ¿Nuestros muertos, tan mayoritariamente muertos, tan democráticamente muertos de pena porque nadie hacía nada, porque todos los muertos, nuestros muertos, se iban así nomás, sin que nadie llevara la cuenta, sin que nadie dijera, por fin, el «¡YA BASTA!»" (¿De qué nos tienen que perdonar? EZLN, enero 1994)

¿Ya vio lo que le costó a Salinas de Gortari en México al querer relativizar a los zapatistas?
De la misma factura moral están tejidas las imágenes en estos cortometrajes.

Se sabe, la belleza radica en lograr revelar lo profundo mediante la sencillez. Así son cada uno de los cortos: sencillos y contundentes. Nunca simples, ni complicados. Con sus ritmos variantes, su cultura rítmica más de rap, su "episteme rap", que construyen estas obras visuales. Y, de tanta adrenalina,  hasta con las radiografías se meten, y todo pasa por ahí, en una metáfora de la realidad que culmina con los ojos heridos. ¡Paradojas de la rebeldía¡, ahora ya no solo ven,  miran.

¿A poco no se les hizo un nudo en la garganta cuando la cuenta de los 43?. Las coreografías solitarias ambulantes por calles, callejones desolados. Esa desolación de cemento, gris, donde cruza con toda su existencialidad, siempre adelante, sin detenerse; o la prisa del individuo moderno o postmoderno o lo que sea, pero también en el callejón sin salida del Kafka que to@s llevamos dentro. Después ya no estamos, o en el vacío damos lugar para nuestros fantasmas. Mundo deshabitado que es otra manera de decir solo habitado por Yo. Así las cosas, entre unas imágenes y las del final no hay gran diferencia. ¿Habitamos el vacío o el vacío nos habita? Es más que metáfora inquietante.

Noctumbre. Como su nombre lo indica, o como su imagen lo indica...
Pero también octubre, con toda su carga rebelde y revoltosa (porque si en Chile fue y sigue siendo rebelde, el mismo octubre, en Ecuador, revoltoso). Y lo más humano en el gesto más solidario: las mamás dan de comer a sus hij@s de la primera línea. Quién hizo este corto ¿sabrá la esperanza  que nos despierta?. En este punto del caudaloso río de cortometrajes la esperanza es el viento que sopla las velas.

Antes de que comenzará a poblarse el mundo todo era caos, "en esos tiempos cuando no había tiempo" pero nacimos después. De maíz fuimos hechos, reza el Popol Vuh en estas tierras mayas compartidas con Edith, Paco e HIJOS de Guatemala. ¡Ah l@s mapuches¡. ¿De qué los hicieron sus dioses que, al igual que los mayas de acá, libertad y dignidad significan lo mismo?. En pocas imágenes la mapuche lo dice sin titubear. Provocada por eso, la magia de la imagen desdobla a la mujer que danza en solitario rodeada de tanto pueblo, es mujer sabia. No es hombre. Ella concentra a todo su alrededor en ceremonia sagrada. Las imágenes son elocuentes y no necesitan de antropología. Las imágenes son para interpelarnos, tocan al corazón, no a la razón.

Bueno, a mi modo he hecho mi "propia ceremonia interior" gracias a esta muestra. Ahí se macera en mi corazón para nutrir mi mente, por eso: ¡KOLAVALIK¡

Efraín.